martes, 29 de marzo de 2016

Renuévame

   Ya no creo en nada ni en nadie. Ya no puedo fiarme de nadie. No puedo confiarle mis secretos a nadie. No puedo. Pero lo seguiré haciendo, no poder no es no querer.
   Hasta ahora, correr, no mirar atrás y dejar que las lágrimas callesen una a una y corriesen por mi rostro arrastradas por el choque del aire al correr, era la mejor solución. Pero se acabó el camino. Llegó  el día en el que me quedé al borde. En frente del mar, una brisa fresca dejaba ver al fondo nubes. Y en medio de ellas el sol se empezaba a ocultar. Me senté y miré hacia delante. Respiré hondo y vi como el sol empezaba a ocultarse, se hizo de noche. Esto no se lo he contado a nadie y no creo que nadie llegue nunca a leer esto, pero esa noche le envié un mensaje a mi familia diciendo que dormiría en casa de un amigo. No fue así, me quede toda la noche sentado apoyado en un faro al borde del mar. La noche se me hizo larga, fría y por momentos bastante inquietantes con ruidos que desconozco de dónde salían. Pero sabéis que? Joder, amanece. Al día siguiente amanece. Y te levantas, pones la cara para seguir llevando hostias y vives. De eso se trata, de llevar hostias. Porque de cada cien hostias va a venir una caricia. Y por esa caricia que aún espero, sé que merece la pena volver a ver el sol salir por el horizonte. 
   Me recuerdo a mí mismo dar gracias a diario por lo que tuve y lo que tengo. No es poco, puedo escribir en un blog lo que pienso mientras hay gente que no tiene ni que comer, pero que ven la sonrisa de su pareja, hermanos o hijos y son un poco más felices que hace un rato. De eso se trata, de saber encajar los golpes con una sonrisa, porque las arrugas en mi cara a partir de hoy son de reírme, no de los golpes de la vida. 
   A ti gracias por enseñarme que necesitaba quererme más. Eso te lo debo, lo demás no. Todo lo que venga a partir de ahora me lo deberé a mí y a mis ganas de vivir y pelear. Y a ti, que no eres la misma persona a la que me dirigía al principio del párrafo, gracias por aparecer. Porque esto no ha empezado ni siquiera a tomar forma, pero los esquemas ya los has dibujado tú. 

Una L. 
Paz. 
Por fin.

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